Aunque el corazón le palpitaba a mil cada que estaba esperando el cliente del día, Juan ignoraba a su agitado corazón y se enfocaba en su meta, había hecho esto desde que era un niño. En su casa siempre escuchaba que el fin justificaba los medios y que para ser alguien en la vida había que tener plata, de su padre aprendió que los ricos que no compartían su dinero había que obligarlos, y que eso no era robar sino justicia, repartición de bienes de acuerdo a la ley de Dios, como decía su madre, y como los ricos no creían en otro dios que no fuera el dinero, tocaba así, tocaba a las malas.
Aunque siempre se inquietaba cuando se daba cuenta que mientras más le quitaba a los ricos menos tenía, y más tenían ellos, esa parte de la ecuación no la entendía, pero se la atribuía a su ignorancia después de todo no había podido tomar clases de algebra. Una alegoría ecuánime convertida en esqueleto social.
El cliente salió del banco, venía acompañado de su amigo Mario, ambos se subieron a la moto y emprenden la huida como si la superstición o intuición les acosara con lo inevitable; no era de menos sospecharlo en una ciudad dominada por el caos de la delincuencia organizada, donde como en muchas ciudades, nos hacemos de la vista gorda; Medellín donde no se sabe la ruta pero se avanza cada día; ciudad de doña Marta, doña Tere, de la arepa, del pues, del eavemaría, del hijuemachica, del azadón y del machete; del carriel de nutria y del sombrero; de las comadres y los parceros; berracos que preferimos aguardiente y nada de whisky; alardeamos de lo que somos y no de lo que seremos; el acento montañero y sin protocolos; la mula y no el mercedes , la aguapanelita y no el cereal, los frijoles y no el ceviche, ser arrieros que pilotos, alpargatas y no Adidas, ruana, poncho y camándula.
Juan observa su trofeo y como ave de rapiña comienza a seguirlos de cerca en su moto hasta que Mario se bajó y le entregó el maletín al conductor de la moto, pero este se la devolvió y le pidió que se la llevara con él. Juan siguió a Mario que para entonces tomo un taxi hasta la empresa donde esperaría a su amigo; lo alcanzó en un semáforo que lo hizo detener y así le fue más fácil arrancarle el maletín y acelerar hasta desaparecer de la vista de Mario, que después del episodio estaba asustado.
El botín tenía más de dos millones de pesos, y un libro, y Juan que nunca había sido hombre de letras lo puso sobre la mesa de comedor de su casa junto a un pocillo que tenía un poco de café y a un plato con lo que parecía ser un trozo de una arepa untada de mantequilla.
El padre de Juan llegó para el almuerzo y lanzó el libro a una silla de la sala para que no le estorbara porque tenía hambre y quería comer.
El libro lo miraba desde la silla, temiendo por su suerte porque sabía que en esa casa le esperaba la hoguera, el basurero, o lo que era peor, podrían mandarlo a reemplazar el papel higiénico.
Por la tarde llegó la hermana de Juan, una plasti pobre que se creía de mejor familia porque su hermano le compraba la súper pinta con la plata que conseguía en sus trabajitos, y que ahora hace parte del grupo de las prepagos emergentes de la ciudad. Observó el libro y repasó sus páginas como jugando con él, pensó que ese libro le daría categoría y se lo llevo a la habitación que compartía con sus dos hermanitos menores.
Por la noche Jonathan el hermanito menor vio el libro en la cama de su hermana y pensó que ese libro era inusual en esa casa y preguntó “¿y este libro tan raro de quién es?” y el libro pensaba que su suerte empeoraba en el momento en que Jonathan puso sus ojos sobre él.
A los dos días Juan regresó a casa preguntando por el libro, pensó que lo podía vender en la librería de don Milo que pagaba bien por esos libros modernos cuyos títulos solo entendían los universitarios. Pero nadie encontró el libro. En el cajón de los juguetes del pequeño Sebastián el libro pensaba que ese era mejor lugar para él, que el baño de aquella casa; haciendo “locha” mientras las hojas del calendario eran arrancadas y él envejecía lentamente.
La mano de una mujer hurgó entre la caja, y el libro se despertó de un largo sueño, la mujer miró el libro y abrió sus ojos con agradable sorpresa, lo limpió un poco y lo metió en una caja donde el libro se sentía en su piel porque estaba acompañado de los mismos vecinos que había tenido en la librería de donde lo habían sacado hacia ya varios años, la mujer se llevó la caja y el libro estaba feliz, había superado la prueba y no había tenido que reemplazar ningún papel higiénico. La mujer llegó a una biblioteca y le contó a su compañera que el barrio de los niños pobres le habían donado esos libros, y puso el libro en la estantería.
A la semana siguiente un hombre entró en aquella biblioteca y tomó el libro en sus manos, el libro reconoció aquellas manos, eran las de Juan, pero ¿Qué hacía que a Juan ahora le interesaran los libros? Juan leyó en la portada del libro “una nueva tierra” y supo que ese libro formaba parte de su proceso de recuperación, se lo llevó consigo a la celda donde tendría que pasar algunos años y nunca más se quiso separar de él; pagó con trabajo por el libro quien se fue a vivir en su celda con él, y a enseñarle como vivir en la nueva tierra que le esperaba cuando su condena terminara.
“Alguien que posiblemente no puede pagar por él y Dios tiene métodos misteriosos para darnos las cosas…”
Observamos mal los problemas cuando creemos que todo ha sido en vano, sin pensar en que hay algo de divino en ello, que las cosas suceden con un fin, algunas veces no las vemos porque NO estamos acostumbrados a perder; “Quienes no logran ver más allá de la forma se encierran todavía más en sus creencias, es decir, en su mente.” Eckhart Tolle.
“Si entendemos de manera más profunda las religiones y las tradiciones espirituales antiguas de la humanidad, encontraremos que debajo de las diferencias aparentes hay dos principios fundamentales en los cuales convergen prácticamente todas. La primera parte de esa verdad es el reconocimiento de que el estado mental “normal” de la mayoría de los seres humanos contiene un elemento fuerte de disfunción o locura.”
“En la actualidad estamos presenciando un surgimiento sin precedentes de la conciencia, pero también de atrincheramiento y la intensificación del ego… Algunas iglesias, sectas, cultos o movimientos religiosos son básicamente entidades egoístas colectivas identificadas tan rígidamente con sus posiciones mentales como los seguidores de cualquier ideología política cerrada ante cualquier otra interpretación diferente de la realidad”
Hasta una piedra, aunque más fácilmente lo harían una flor o un pájaro, podría mostrarnos el camino de regreso a Dios, a la fuente, a nuestro propio ser.
Eckhart Tolle
Luz Dary Jimenez Monsalve - Diego Alejandro Monsalve Rua
Me gusta la historia que se empieza a contar y me gusta mucho la analogia paisa. En algunos puntos me pierdo aunque finalmente entiendo que pasa el tiempo y el protagonista que se llama Juan retorna al libro que una vez no observo por simplemente no verlo. Conclusión las cosas solo nos llegan al corazón cuando debe ser no cuando están allí supuestamente para nosostros.
ResponderEliminarM e gusta la historia pero la siento muy fraccionada.
Un abrazo, el cnachoso