Han encontrado en mí muchas falencias, pero son relativas, no todos piensan lo mismo. Recordando el camino desde la primera vez que fui a una Iglesia Cristiana, repasando todo esto, se me vino a la cabeza como fue ese primer día que en verdad me hablaron de Cristo. Con recuerdos muy vagos, creo que tenía ocho años, también creo que muchos creían que se aprovechaban de mi inocencia para llevarme a este lugar. Ahora con 25 años, la inocencia sigue siendo la misma. Recuerdo que la abuelita de Maria nos invitaba, tampoco supe porque mi madre, tan entregada a su religión, permitía que nos llevaran a la iglesia cristiana. Doña Antonia nos recogía antes de las ocho de la mañana porque había que estar temprano para las clases de Batería. Cuando llegamos a la iglesia, nos sentábamos mientras comenzaba una alabanza y una entrega, que siempre desde mi punto de vista me quedaba perplejo, no entendía bien la sazón que Dios me estaba dando de conocer sus palabras. Linda, así se llamaba la niña, de 18 años aproximadamente, que nos daba la clase en la escuela dominical. Siempre me atraía su sonrisa y su mirada, hasta entonces no veía, en las chicas de su edad, esa tranquilidad que inspiraba. Linda siempre nos miraba fijamente para cuando el grupo de alabanza terminara guiarnos hasta el salón. Siempre nos hacia juegos didácticos, nos hablaba de las majestuosidad de Dios. Siempre le creí pero nunca puse atención a las ilustraciones que nos daba en unas copias, siempre me maravillaba la alegría con la que se expresaba. Linda nunca se enojaba con nosotros, si uno de nosotros hacia algo incorrecto simplemente lo hacía para al frente y decir una oración, y como a todos nos daba pena, era suficiente para hacernos entender lo que quería de nosotros.
Recuerdo que Camilo, otro chico de mi edad que asistía con nosotros, tampoco de familia cristiana, se encargo de mostrar a todos que él era cristiano. Se compro una biblia, siempre se sentaba en su casa y le hablaba a los amigos de su edad, 2 meses después lo llevaron donde un sacerdote católico que para que volviera a los caminos. La verdad me parecía chistoso al saber que mi amigo era llevado donde alguien porque estaba supuestamente perdido. Algo relativo desde que punto de vista se ve cual es el camino. Camilo llego diciendo que los cristianos estaban locos, era niño y es más fácil convencer a ellos cuando chicos que cuando adultos, son como un cuaderno en blanco, solo tienen espacio para escribir. Le pedí la biblia y me dijo que me la vendía, como la economía en mi casa era escasa pues solo vivía con mi madre y mi hermano, le dije que no tenía plata, entonces prefiero archivarla.
Un día linda no volvió a dar las clases, nunca supe porque, jamás la volví a ver.
No recuerdo cuanto tiempo asistí a la iglesia, pero un día, me enviaron de paseo a Yolombó, como todavía no podía tomar decisiones en mi vida, busque en silencio una iglesia, solo necesitaba sentirme tranquilo, no tenía que ser de lujo, no tenía que ser la más grande, no exigía nada, simplemente que estuviera tranquilo.
Recuerdo cuando llegue a Medellin, me hicieron lo mismo que le hicieron a Camilo, nunca le creí a la persona que me enviaron, pero ya no podía asistir a la iglesia porque no dejaban que doña Antonia se acercara. Pasaron unos años para reencontrar personas con las que compartí momentos de tranquilidad, eso sentía de niño, tranquilidad.
Como siempre, la escases en la facilidad de hacer amigos, me mantenía alejado de algunos círculos sociales. Un día, ya con decisión y sin que nadie influya, entre a la misma iglesia, pero ya no era lo mismo. La gente me miraba extrañamente y me hicieron sentir intruso. Como era joven todavía para entender que no todos me tratarían como esperaba, decidí no volver a acercarme. En otra ocasión entre a otra que era muy grande, y pase desapercibido, excelente me dije, nadie sabe quién soy y no todas las miradas iban a apuntar hacia mí. Fui varias veces como por seis meses, solo los sábados.
Paralelamente me habían invitado a otra iglesia, pero no, no llenaba mi expectativas, o sea, mi tranquilidad, entonces fui muy pocas veces. Cada vez que iba en mi moto y veía una iglesia, entraba, observaba mi tranquilidad y si me sentía bien, volvía a los ocho días.
James me invitaba a unas iglesias en Medellin y varias veces lo acompañe, había una que me gustaba mucho y después de que no volví a saber de él por un tiempo, fui como dos veces no más.
Un día, vía virtual, me invito a una iglesia lejos de Medellin, casi siempre le decía que no, siempre le decía que no podía aunque al final era una simple excusa. El día que me anime a ir con él… cambio……..
Un día me dedique a complacer a la gente, hacer las cosas que todos quieren que haga, olvide por completo complacer a Dios.
Es muy diferente escucharlo, es muy diferente hablarlo, vivirlo, es más que sorpréndete.
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