Aquellas viejas casas, aquellas que me hacen sentir en casa, aquellas que evocan los sueños, aquellos de niños que corren en calles de piedras huyendo hacia la lluvia. Aquellos tiempos en el que el tiempo no existía. Recuerdo cuando salíamos en mi mundo, todo lo que existía giraba alrededor de éste mundo, aquel en que el punto más distante a recorrer era ir donde doña Tere, que nos acogía en su casa con un incondicional cariño que, sabiendo que era lo más lejos del mundo, quería volver. Salía a correr con mi hermano en una bicicleta contra pedal, las contiendas eran constantes, quien manejaba y quien se montaba en los tacos. Salía corriendo para donde mi madre que trabajaba en un almacén de ropa. Y cuando llegaba la noche, ese lazo ciego que nos une, soslayaba cualquier rencor.
Taciturno en el tiempo, me transporto a ese mundo, a ese pueblo, a mi Yolombó del alma. Aquel pueblo que albergaba a mi familia, aquella que con el tiempo he ido perdiendo, cada vez todos mas distanciados, el día de mañana sólo quedaran en el recuerdo vago, aquel que se cree estar en la memoria pero se siente en el corazón. No se pierde lo que no se tiene, pero a todos los recuerdo y a los que no conozco, los pienso. Aquel pueblo que hoy por hoy sólo lo veo en el mapa, aquel que convirtió mi mundo en un infierno, el que cambió mis límites, los de doña Tere.
Primo:
ResponderEliminarMe siento orgullosa de ti, este post esta muy bonito! muy profundo de sentimiento, muestra de ti un corazon muy hermoso y muy calido.
Espero que nos deleites mas a menudo con tus escritos.
Lumediana